MARIA

 

Hola, soy María y soy adicta a los narcóticos. Llevo aquí un mes recluida. Bueno eso me dijo mi compañera de celda. Me dijo que me trajeron dormida un hombre y una mujer. La verdad es que venía drogada.

El hombre era Carlos mi esposo, llevamos ocho años de casados y a pesar de todo lo que hemos vivido. Si, se me ruedan las lágrimas de decirlo. A pesar de todo, él ha estado siempre conmigo. Es cierto que nuestro matrimonio no es el perfecto, pero quien es perfecto en estos días.

La mujer era Camila, mi amiga de la infancia, casi mi hermana. Siempre ha estado ahí junto a mí. Fue mi madrina de bodas y me ha acompañado en todos los problemas que he tenido. Me apoyo cuando me entere que mi esposo tenía una amante. Bueno eso ya pasó, les digo que quien es perfecto en estos tiempos. Ella me convenció que lo perdonara. Yo insistía en saber quién era la mujer con la que me engañaba. Pero me faltaba coraje. Le mostré a Camila el teléfono de mi esposo, le dije que no tenía el valor para revisar los mensajes, que me ayudara. Ella tomo el teléfono y borró todos los mensajes. Quise arrebatarle el celular, pero ya lo había hecho. Solo te hará sufrir más, me dijo. Gracias  a ella perdone a mi esposo.

¿Cómo empezó mi adicción? La verdad no lo sé. No crean que evado la pregunta, es que yo también quisiera saberlo. Todo empezó con mis problemas de sueño. Me acostaba tarde para darme cuenta que me quedaba dormida poco antes de las cuatro de la mañana. Un día Camila me dio una pastilla. Prueba esto, me dijo. Me la tomé y esa noche dormí. Me funciono bien por un tiempo, hasta que tuve que tomar dos. Después tomaba hasta tres pastillas. Aun así, a veces no dormía.

Mi esposo es psiquiatra. Sus pastillas las guardaba con llave en su armario. Un día me encontré la llave en la cocina. Parecía que alguien me la había dejado ahí a propósito. Me sentía muy ansiosa y temerosa de que me encontrara. Yo ya había probado el Diazepam. Camila me lo había regalado. Me había encantado el efecto, la depresión había desaparecido. Me avergonzaba pedirle a mi esposo pastillas, era como admitir que no podía yo sola. Pero si tenía la llave, entonces podría tomar algunas, seguramente nadie lo notaría. Así lo hice. Empecé robando unas cuantas pastillas sueltas, después fueron cajas, la verdad no supe cuántas, hasta que me trajeron aquí. ¿Por qué lo hice? Creo que porque las necesitaba.

¿Cuando comencé a no dormir? Bueno eso fue cuando murió mi madre. Carlos no quiso que yo fuera al velorio, dijo que me afectaría emocionalmente. Así que me quede con Camila. Cuando regreso me pidió que le firmara unos papeles para el juicio testamentario. Quise pedírselos para llevarlos con mi abogado, pero Camila me dijo que no podía hacerle esa grosería a Carlos después de lo buen esposo que era, debía confiar en él. Así que le firme los papeles y le agradecí a Camila por ayudarme en mi relación.

Un día, estaba yo narcotizada, dormida en mi cuarto, cuando me pareció escuchar una discusión en el piso de abajo, entre sueños creí escuchar la voz de Camila reclamándole a Carlos. No tienes el valor de dejarla. Ya te dije que no podemos hacer valido el testamento, le decía él. ¿Qué más necesitas? Ya te firmó el testamento. Que la declaren incompetente de sus facultades mentales, le decía él. Hazlo, le decía ella, acaso no eres un psiquiatra. Se escuchó el ruido de una puerta.

La mañana siguiente pensé que todo eso había sido un sueño, así que tiré todas las pastillas y me asegure de no tener más drogas. Cuando llegó mi esposo, me sentí tan mal por haber dudado de él, y alucinado con su engaño que le pedí disculpas. El me abrazó y me dio un beso en la frente. Mas tarde llego Camila, quien se estaba quedando en la casa para acompañarme. Cenamos juntos y me sentí mejor. Les dije cuanto los quería y los tomé a ambos de las manos. Esa noche me fui a dormir sobria. Sorpresivamente, a la mañana siguiente me sentí con cruda de narcóticos, me desperté a la una de la tarde. De inmediato se me antojó tomar mas drogas. Fui al armario y ¡oh sorpresa! Ahí estaban las pastillas, todas. No había tirado nada. Saque las pastillas y las tiré y esta vez también saque el armario al patio y me dispuse a prenderle fuego. En ese momento  llegaron Carlos y Camila en el auto de él, me quisieron quitar la gasolina pero ya había prendido el armario. Era necesario acabar con los narcóticos, le dije a. Él, trató de calmarme y le llamo a una ambulancia. Aunque yo estaba segura de no haber consumido nada, me quede totalmente ida, otra vez estaba narcotizada.

Ayer cumplí dos meses. Vino mi abogado. Me pregunto cómo me sentía. Le dije que mejor. Me pregunto también si yo había firmado unos documentos de la herencia de mi madre. Le dije que sí, que había firmado algo. Me pregunto el porqué lo había hecho. No supe que responder. Me dijo que traería un médico para trasladarme de hospital, que necesitaba evitar que me declararan incompetente de mis facultades mentales. En ese momento llego Carlos y Camila. Carlos estalló en ira y golpeó al abogado y le dijo que no lo quería ver nuevamente junto a su esposa. Camila me abrazo y me dijo que todo iba a estar bien. Al final me quede con ellos. Cenamos juntos y yo los tomé de las manos, les dije lo importantes que eran ambos en mi vida. Después se despidieron de mí. 

 

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