LA CRIADA
María
era el ama de llaves. Trabajaba en casa de Mónica, o la señora Mónica como ella
le decía, pasaban horas en su habitación, ella
la ayudaba a vestirse y a peinarse, y la escuchaba en sus
conversaciones. Era la dama de compañía perfecta, siempre que no se enojara,
entonces sí, era una cabrona, una criada.
Le
encantaban las joyas. Su patrona, quien tenía muchas, le permitía verlas y sacarlas de la caja fuerte de la
habitación. Se las ponía todas y hasta se había tomado fotos con algunas de
ellas. Mónica le tenía tanta confianza que hasta le había dado la combinación de
la caja fuerte.
Le
encantaban las novelas, las historias de amor. Se la pasaba con la señora
viendo novelas en su habitación, cuando ella estaba en casa, y cuando no,
también. Entraba, se ponía las joyas, un sombrero y se tomaba una botella de vino mientras lloraba
cuando la protagonista era engañada por un villano. Un día el esposo de Mónica
la encontró ahí, no le dijo nada, era un tipo débil y sin carácter.
Después
de su última relación había jurado no tener novio, hasta que conoció a David,
entró a trabajar como chofer en la casa. Él era un tipo sin modales, pero le
gustaba. No se necesitó mucho para que se enamorara de él. El por su parte se divertía haciéndola pensar que le
interesaba.
Un día
mientras peinaba a la señora, esta le confesó que estaba aburrida de su esposo,
que le gustaría tener una aventura. Ella le dijo que también le gustaría, pero
que era eso de una aventura, le pregunto. Es cuando no tienes ningún
compromiso, pero disfrutas de estar con la otra persona, le dijo.
Se sabía
las claves del celular de Mónica, muchas veces contestaba, por órdenes de ella,
mensajes y llamadas. Veía las fotos de ella y sus amigas. Un día, viendo las
fotos se encontró con una que la dejó helada, era la señora y alguien que le costaba
reconocer, pero que era David, el chofer. Estaban sentados en una banca
tomándose un helado, él había tomado la foto. Aunque solo estaban tomando un
helado, esto bastó para llenarla de furia.
Las
tardes viendo novelas, las conversaciones de horas, los sándwiches a media
noche cuando la patrona llegaba tarde; todo eso se acabó. María era una terca
cuando algo se le metía en la cabeza, y la idea de que Mónica se acostara con
David la mataba.
Diario
por las mañanas le preparaba un café a David. Dejo de hacerlo. A él no le importó,
solo movió los hombros cuando un día la vio pasar y no traía su café. El continúo
viéndose en el espejo del carro y arreglándose el traje.
Recordaba
a David, la única vez que salieron al cine. Ella pago todo, el nunca traía dinero,
se quejaba de más de su condición de chofer. Aun así, ella se divirtió, Se
enojaba de haberle contado tantas cosas de la señora Mónica, se la había clavado en la mente por tantas fotos. El muy
atento veía las fotos que ella le había enseñado en su celular, la señora Mónica
esto, la señora Mónica aquello, Solo se detuvo cuando vio una foto donde María
tenía puestas las joyas. Ella le presumió que sabía la combinación y que la
señora era su amiga. Que equivocada estaba, no existía la amistad entre la patrona
y la criada.
Extrañaba
las joyas, a veces cuando limpiaba la habitación acariciaba la caja fuerte
pensando en las joyas. Era pobre, pero su orgullo la levantaba, salía de ahí
enojada y cerraba la habitación con llave. Pasaba el día encerrada en su cuarto
de sirvienta. Soy la criada, pensaba, ella es la patrona, por eso ella lo
prefiere. Y no estaba tan equivocada.
David
la llevaba a recoger la ropa a la tintorería todos los viernes. Los patrones
querían tener lista toda su ropa el fin de semana. Una vez mientras le entregaban
la ropa David la tomo de la mano y le dijo que ella le gustaba, pero que él no tenía
nada que ofrecerle. Ella se dejó tomar la mano y tardo en soltársela.
Una
semana después era un viernes por la noche. David llegó tomado y le tocó la
puerta, traía una rosa en la mano, se la dio. Ella la aceptó. David le dijo si
quería ser su novia, Ella asintió con la cabeza y se besaron.
Pasaron
los días y ella no supo más de David, cuando fueron nuevamente por la ropa él
se mostró enojado, ella le preguntó qué le sucedía, él respondió que estaba
harto de ser pobre. Entonces, sin decir más, le pidió que robara las joyas de
su patrona. Ella sabía la clave de la caja fuerte y tenía llaves de la
habitación. Ella le preguntó porque haría ella eso, Mónica era su amiga. Él le
dijo que Mónica le había pedido ser su amante.
Eso
fue suficiente, María regresó a la casa y robó las joyas. Estaba furiosa, la
había creído su amiga, Abrió la caja y le sorprendió ver un reloj, Era un reloj
de hombre, tenía grabado Con amor para
David. Enojada tomo una hoja de papel y escribió una carta, esta decía que
se llevaba las joyas prestadas, que esperaba que Mónica fuera discreta, así
como ella seria discreta y no diría que su patrona se acostaba con el chofer.
Después
escribió otra carta, era para David, le decía cuanto lo quería y todas las
ilusiones que le daba poder estar con él. Ella no tenía nada que ofrecerle más
que su amor incondicional, El dinero no importaba. Había robado a la señora por
consejo suyo. Sentía mucho no poder encontrarlo en la dirección que él le
indicó para entregarle las joyas. Sabía que él sería discreto, no le convenía
decir nada, pues él era el autor intelectual. Además, la señora Mónica, su
amante, sabría consolarlo. Se despedía de él como María, el ama de llaves. La
mujer que por las buenas era la mejor dama de compañía, pero enojada era una
cabrona, toda una criada.
Comentarios
Publicar un comentario